Personas con una sonrisa encontrada... ~

miércoles, 21 de noviembre de 2012

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               “Cuando miré hacia atrás no había nadie en la ventana. La sombra de su recuerdo me inundó de nuevo. El recuerdo de unas noches de verano en las que él, apoyado en el alféizar de la ventana de mi habitación, me miraba con esos ojos color miel que tanto sabía que me gustaban. No había pasado tanto tiempo desde aquello, cuatro meses a lo sumo. Pero sin él, el paso del tiempo, los días, las semanas, los meses, habían dejado de tener sentido para mí. La lluvia seguía cayendo cada vez  con más fuerza, golpeándose contra el cristal de la ventana y ahuyentando mi sueño. Su ausencia no hacía más que prolongar una sombra en lo más profundo de mí. Una sombra llena de miedo a no volver a verle, a no volver a besarle, a volver a dejarlo marchar, sabiendo que sin él estaba perdida en un mundo del que ya no me sentía parte. Querer olvidarlo era recordar que es imposible. En el cristal, empañado ya por la humedad, empezaron a posarse copos de nieve. Tan cristalinos, tan definidos y perfectos, cómo él lo era para mí; o eso creía. Si me hubiesen quedado lágrimas, habrían comenzado a rodar por mis ahora pálidas mejillas hasta llegar a mis labios, que en un tiempo fueron carmín, y ahora no eran más que violáceos. La luna llegaba ya a su punto más alto, intentando llegar a los ángeles para agradecerles la compañía de las estrellas. No había silencio total, de hecho dicen que eso es algo que nunca se puede conseguir, pero hasta el último sonido escondido en la noche me pareció hermoso. El motor de un último coche, cuyo conductor podría haber sido un hombre despistado que olvidaba a su mujer para divertirse un rato o bien un joven demasiado ebrio que había olvidado las advertencias de conducción de su madre, resonó en la calle. Cuántas cosas se escapan de nuestras manos sin poder evitarlo. Cuántas cosas dejamos al azar por ignorantes. Cuántas cosas suponemos por el miedo a saber la verdad. Las estrellas seguían brillando en aquella noche oscura, cada una con un resplandor diferente y especial, que sería visto y recordado durante millones de años. Sin embargo, el amor efímero. El amor, algo que nadie recuerda con el paso de las décadas, que todos olvidan y que tanto necesitamos. Las horas seguían pasando, y con ellas, se atenuaban aún más mis últimas ganas de intentar sonreír. Al día siguiente ya no habría otra falsa sonrisa que pudiese ocultar todo lo que pretendía que los demás no encontraran con el fin de evitar su sentimiento de culpa. El tic tac de un reloj de cuco que me salvaba de mis pensamientos para devolverme a la realidad dejó de sonar.  La amargura de mi corazón empezó a tomar el control. Ya no habría día siguiente. “





1 comentario:

  1. Mmmmm, como expresarlo con pocas palabras... ESCRIBES GENIAL. Besitos http://nowherebutupwithyou.blogspot.com.es/

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Otra sonrisa encontrada~